viernes, 4 de abril de 2014

Es, ya lo sé, el amor (sábado, 18 de mayo de 2013)



            A veces el placer es puro, pleno de sencillez, hay una entrega natural de los cuerpos (de los sólidos) en el espacio. Sucede como el paso de las estaciones, como el pulso del sol, como la danza de las demás estrellas. Parecería que la primavera haya traído ese sucederse de las cosas, esa fluidez de las alas de las golondrinas, de la labor de las abejas, de los brotes del rosal. Y esos cuerpos (esos sólidos), que acaso también parecerían en un primer momento impenetrables, abren sus puertas secretas (que ni siquiera eran conscientes de tener) a la fecundación, al soplo del espíritu, a la entrada del Todo.
            Porque el Todo cabe en cada una de sus partes, y cada parte encaja no se sabe muy bien cómo ni por qué en la ecuación del mundo. ¡Ah! A veces el placer es puro, pleno de sencillez, y no desencadena ninguna consecuencia nefasta en el orden del universo. Pero no seríamos humanos si no tuviéramos esa pulsión, esa inclinación a complicarlo todo. Con lo sencillas que son las benditas cosas, con lo nítida, transparente y elocuente, franca el ánima de los animales…
            Quien haya amado mucho (y en consecuencia haya tenido luego que morir) sabrá reconocer las señales cuando se presentan. Pero da igual, es inevitable. Quisiéramos huir, minimizar las consecuencias, llamar en nuestro auxilio a la sabiduría. Estamos hechos de tierra (humanidad viene de humus) y estamos hechos de luz. A veces el placer es puro, etcétera, pero otras veces, en cambio, se produce un trastorno en las órbitas elípticas de los planetas, y los cataclismos estelares inician su espiral de violencia infinita: es el Amor.

Eduardo Fraile

No hay comentarios:

Publicar un comentario