jueves, 3 de abril de 2014

Ícaro & Co. (miércoles, 2 de enero de 2013)



            Parece el nombre de una empresa americana con asiento en Manhattan, pero en realidad es el título de mi último libro, que acaba de ser presentado en sociedad, así que aprovechando que el Pisuerga, que soy yo, pasa por este periódico, me van a permitir que les hable brevemente de su contenido.
— ¿De qué tratan sus novelas?, me preguntó una vez un entrevistador, así, a bocajarro, sin saber, se conoce, que todos mis libros son libros de poesía. En fin, y qué adecuado espacio el de esta columna donde se trata del sexo de los ángeles para que caiga interminablemente Ícaro en ella, ángel civil con las alas de cera derretidas por acercarse demasiado a la verdad. Y qué de molde también la editorial: Libros del Aire...
            La mitología griega, de la que procedemos, es hermosa y terrible. El Ícaro que abre mi libro es el Ícaro de Matisse, que más que caer parece que se eleva absorbido —absorto— por una corriente térmica o un agujero espacio-temporal. Pero le siguen las Meninas de Velázquez, que son otro ensimismamiento del tiempo, un bucle de la luz una mañana (o una tarde) del siglo XVII. Y trozos de mi memoria, piezas de tela cortadas con las mismas tijeras con que Matisse alumbra sus gouaches decoupées, quizá la aventura pictórica más fascinante de todo el siglo XX. Y tras esas vueltas y revueltas por mis tres infancias (la de Madrid, la de Valladolid y la de Castrodeza, en los veranos) un final con otra Ascensión sobrenatural (en una oda de Fray Luis de León): Y tú cortando el puro/ aire…
            La ingravidez no es un mérito de los cuerpos. ¿Cuánto pesa la luz? Velázquez hizo real un trozo del aire de Madrid y lo sacó del Tiempo. Y yo lo escribo y lo respiro ahora. Y caigo en él. Les invito a leer mi novela.

Eduardo Fraile

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