sábado, 7 de febrero de 2015

Ana Ivanovic



Brisbane, 10 de enero del año 2015. Ana Ivanovic/
María Sharapova. La belleza, la gracia
derrochándose, derramándose
a raquetazos de seda, diagonales olímpicas
y aperturas luminosas. La elegancia suprema
que prevalece con serenidad en medio del esfuerzo
y de la tensión máximas. Pero Ana sonríe.
Se diría, incluso, que restando importancia,
sirviendo ―exhibiéndose― con un poco de ironía
entre las líneas de tiza de la pista de tenis.
Azucena, que juega al tenis, era el título de la primera novela
de Manuel Hidalgo. Ana, que juega al tenis,
que perderá seguramente este partido ―me he arrojado a la calle en la mitad
del tercer set―, ha ganado el torneo
de la inolvidabilidad, podríamos decir, de la presencia
casi sobrenatural, angelical y terrible, espada en mano
(raqueta en mano), haciendo añicos
el terciopelo púrpura de nuestro corazón.
A raquetazo limpio, a raquetazo puro,
Ana llena de Gracia,
a raquetazos de luz.

Eduardo Fraile

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