sábado, 7 de marzo de 2015

Monada y yo



            El segundo parque que conocimos en Valladolid fue el Parque del Poniente. La primera mañana fuimos al de la plaza de San Juan, con columpios y una fuente, y una caseta de melones como las de Madrid, de tablas verdes. Eran los primeros días de septiembre de 1967. El parque del Poniente era mucho mayor, con más árboles, más columpios, y escaleras y avenidas que dividían como distintos ambientes… y estatuas: las de Popeye y Olivia, a quienes veíamos en los dibujos animados, y las de Pipo y Pipa, que debían ser más antiguas. A nosotros no nos sonaban de nada. Los toboganes eran mayores, con curva en el descenso, y había también dos grandes caballos de madera, no he vuelto a ver ese tipo de columpio: una especie de viga donde cabíamos sentados ocho o nueve niños, uno detrás de otro, que era lanzada con un movimiento de vaivén.
            La que empujaba aquel en que yo me subí debía de ser la hermana mayor de alguno de los otros jinetes. Nos agarrábamos a una especie de manija en forma de T, y con las piernas colgando nos elevábamos y caíamos hacia atrás entre gritos y risas y un cosquilleo de mariposas revoloteando en el estómago. No sabía yo entonces que esa imagen de las mariposas en el estómago se usaba para definir el enamoramiento, como tampoco si aquel hueco que se abría dentro de mí era cosa del vértigo o de la belleza novísima (como era nueva la ciudad y la casa), desarmante e impactante, de aquella muchacha.
            No podía apartar de ella la mirada, como no he sabido hacerlo después, en cada una de las ocasiones que me ha sido dado ver lo sobrenatural. Con esa seriedad reconcentrada, espantada y atenta, infinitamente atenta, que es mi manera de saludar a los ángeles, de decir hágase. Y ella no me acarició entonces con sus alas, sino que me fulminó en pleno ascenso al cielo mínimo y municipal de un parque en el atardecer con su voz maravillosa, con la espada de fuego de su voz, echándome del Paraíso:
            Qué me miras, ¿acaso tengo monos en la cara?

Eduardo Fraile

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