viernes, 17 de abril de 2015

La pradera



Íbamos a jugar a la pradera, una inmensa extensión
de verdura que comenzaba al otro lado de las vías
del tren. Hoy todo eso es el barrio de los Pajarillos:
Tórtola, Mirlo, Periquito, Cigüeña, Pavo real…
calles insólitas que tienen menos edad que nuestra infancia,
que brotaron de los solares de nuestro corazón
escolar. Un montón de carteras
abandonadas mientras nos inventábamos recorridos por la selva
o preparábamos incursiones hasta el páramo de San Isidro,
donde vivían los gitanos. Si se jugaba un marianete
esas carteras, en dos montones, señalaban los postes de la portería.
Hoy he vuelto a ese lugar. Los gitanos hace décadas
que levantaron sus campamentos de chabolas. Si estuvieran allí,
el olor de sus hogueras incesantes convocaría a esos niños
que fuimos. Que se perdieron jugando al escondite.
Que siguen escondidos todavía, esperando que nuestro yo actual
los rescate.

Eduardo Fraile

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