sábado, 4 de abril de 2015

Poemas manuscritos sobre lienzo



Todo texto escrito, visto desde su materialidad, no deja de ser un objeto plástico. Antes aún de desvelarnos su significado, ese texto nos ofrece su forma como un primer acercamiento. Incluso cuando esa forma es más pura, es decir, menos consciente, menos intencionada, su presencia visual antecede y predispone su aceptación semántica, su comprensión, su lectura.
Una palabra es una pintura abstracta, nos dice Pierre Garnier. Cada página puede ser apreciada en su dibujo formal, y eso es lo primero que llama a la puerta de los ojos, la composición tipográfica del texto, o si es un manuscrito, la impregnación que esas líneas conservan y nos transmiten de su autor. Como si esa voz nos estuviera hablando personalmente.
La poesía visual, el caligrama, el experimentalismo vanguardista que abandera la poesía en varias fases del siglo XX y afianza su entrada en el XXI, opera sobre todo en la forma, en el significante, y potencia esos aspectos plásticos que constituyen un lenguaje común y que no necesita traducción, como sí la necesita el orbe de los significados.
Ese tratamiento del poema ensancha el ámbito de lo estrictamente literario, buscando y descubriendo intersecciones con otras artes, de la que salen enriquecidas todas ellas. Como autor he practicado mucho esta exploración, pues la entiendo más como deslumbramiento que como conquista.
En el presente caso no se busca esto ni siquiera. Simplemente (complejamente) los poemas visten de manuscrito en vez de hacerlo de confección, pero ya esta mínima ostentación de lo manual nos introduce con calidez en la casa del poema, y de la mano ―en este caso de su puño y letra― del propio autor.
Bueno, que os invito a mi exposición «Poemas manuscritos sobre lienzo» en el Teatro Zorrilla de Valladolid, del 9 de abril al 3 de mayo.

Eduardo Fraile

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