sábado, 30 de mayo de 2015

El cielo



Madre, recuerdo
esas bellas estampas que desbordaban tus misales,
los libros de oración y de meditación, la Biblia, a veces
traspuestas también en recetarios y agendas, e incluso en algunos de mis títulos.
Hijo,
no me gusta que escribas esas cosas de los ángeles
Pero en el fondo sabías que no eran irreverencias,
sino imágenes del amor… Y entre aquellas estampas
recuerdo sobre todo una que era la que tú más besabas
(estaba ya borrosa, confusa del contacto de tus labios): un dibujo
que yo hice para ti los días del colegio. Un pastel
con aquellas pinturas blandísimas y delicadísimas,
tan fáciles de romper como la vida. Quizá quise imitar
una Inmaculada de Murillo o del Greco
y me salió esa Virgen venerada por ti
más hondamente, más dilectamente, por haberla dibujado tu hijo.
No tendría fuerzas ahora para intentar buscarla
sino entre las páginas de la memoria. Sé
que aunque estuviera por ahí, está contigo
dondequiera que estés. Porque ese sitio, ese aire,
esa luz que se baña en tu sonrisa, al recordarme, es el Cielo.

Eduardo Fraile

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