sábado, 6 de junio de 2015

La Feria del Libro (de Madrid)



            Digo la feria de Madrid, de mi ciudad natal, la feria del Retiro, entre árboles altos y polvo en suspensión, y esos pólenes oscuros que atacan a los libreros y les hinchan los ojos. Digo de Madrid, porque mi otra ciudad, Valladolid, ha decidido echar la suya a espadas con quienes precisamente habrían de ser sus protagonistas naturales: los libreros y los editores. Históricamente, los gremios de libreros de la ciudad que bañan el Pisuerga y la Esgueva han estado a su vez enredados en continuas contiendas, pero la gran habilidad de León de la Riva ha conseguido unirles definitivamente por el procedimiento de unirles contra él. Mas dejemos que esta disputa acabe resolviéndose sola, y que los alcaldes pasen y los libros (y los ríos de la ciudad) permanezcan. Amén.
            La feria del Retiro sigue floreciendo a últimos de mayo y llega casi a las puertas del verano, sombreros de paja y cubiertas multicolores, raras aves, serenas mariposas en los expositores prestas a abrir sus alas como páginas. Desde que soy autor de libros vuelvo todos los años a pasear entre las benditas casetas, deteniéndome a veces a contemplar uno de esos volúmenes delicados e insólitos que ostentan mi nombre en la portada. Y entonces un escalofrío me recorre la columna vertebral, un latigazo que hace sonar de lado a lado todas las teclas del piano.
            No sé, quizá debí haber hecho caso del sentido común y ahora tendría alguna suerte de seguridad económica (y de paz espiritual), quizá debí haber buscado con más dedicación la sociedad con mis semejantes y ahora no estaría solo, y es posible que incluso una hermosa mujer que me amase compartiría conmigo este momento. Este momento íntimo (e incompartible e incomunicable) del éxito.
            Y no tendría que volver la cabeza para que no me vean llorar.

Eduardo Fraile

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