sábado, 20 de junio de 2015

Los domingos de Madrid



Los domingos de Madrid tenían esta luz, esta diafanidad
diría velazqueña, este ensimismamiento de la luz en el aire
tamizado de cualquier impureza por los vencejos y las golondrinas. Las Vespas
en el jardín delantero de nuestra casa en San Telesforo,
cada domingo de mi niñez. Y los churros, el cucurucho de churros
que mi padre subía de la calle, ese olor al aceite, al azúcar,
a nuestra expectación con los tazones humeantes
de leche con Cola-Cao. Pero en Valladolid era distinto,
se ve que a los churros se les pega el carácter, la idiosincrasia,
la vallisoletanidad, en este caso, y sabían de otra manera
aun sabiendo a lo mismo. Hoy sé (debajo de nuestra casa
de Industrias estaba la confitería Valdy) que el espacio y el tiempo
dependen de la velocidad de la luz, y que la luz no corre igual en todas partes…
Esto lo intuye un niño,
bien lo notaba yo con esos pocos años
de madrileño, de vallisoletano, de terrícola…
de ángel humano, me atrevería a decir, después de haber caído
del Paraíso.

Eduardo Fraile

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