sábado, 24 de octubre de 2015

Murakamiana



            Todos los otoños llega Murakami a los escaparates de las librerías. La caída de las hojas de los árboles se hace metáfora, o se materializa, o alcanza su mejor imagen en las novedades de las editoriales. Pero lo de Murakami ya se ha convertido últimamente en una nueva estación que sus lectores esperamos impacientes.
            Pimball 1973, que no había sido traducida al español, se asoma este mes de octubre, unos días antes de fallarse el Premio Nobel, un año que el autor no tiene nuevo libro, a nuestras librerías (las que todavía no han cerrado). Se trata de dos novelas breves, las primeras obras del autor japonés, sí conocidas en el mercado anglosajón, además del de su propio país. Suena un poco todo a operación de marketing: a ver si los murakamistas (o murakamianos) nos retratamos ante las cajas registradoras. Y seguramente eso sea, pero el lector va a encontrarse con una descomunal sorpresa al llegar a Pimball 1973.
            Escucha la canción del viento tiene el valor documental de ser la primera obra de Haruki Murakami. Él nos desvela en el sabroso prólogo a esta edición cómo escribió su primera tentativa de novela en inglés, idioma que no dominaba suficientemente, y luego tradujo al japonés aquellas frases escuetas y de sintaxis envarada. Pero Pimball 1973, si nos dijeran que era la última creación de su autor nos lo hubiéramos creído a pies juntillas.
            Es magnífica, con toda la magia de sus grandes novelas. Incluso algunos detalles nos harían jurar que ha sido escrita ayer (conversación sobre hardware y software con un empleado de la compañía telefónica). Pero ayer, desde aquella consecución juvenil de gran maestro, es hoy y para nuestro deleite de lectores, siempre.
            ¡Ah! Y el ángel que hay en todas sus novelas, en este caso son dos: ¡gemelas!

Eduardo Fraile

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