sábado, 8 de octubre de 2016

El apoderado II

    Joder, qué huevos tienes, cabrón. Qué pasa, que mi dinero no es lo suficientemente atractivo para ti, que me devuelves el cheque por correo en un sobre de hilo desde Oahu, Hawái, con una nota manuscrita, pero no por ti, que no das un palo al agua, sino por mi hija. O sea que ella sí te gusta, ladrón de criaturas indefensas, corruptor de menores (que ya sé que ha cumplido 24 ahí, en esa isla del demonio, pero es inocente como un ángel). Te mataré. Enviaré sicarios a que te corten en folios, esos que no has escrito para mí. Que te conviertan en resma y te impriman en una máquina de tipografía. Y no me creo nada de lo que ella ha escrito detrás de la foto donde posáis los dos, que seguro que la has obligado. Qué puede haber visto en ti, que podrías ser su padre, o sea yo, santo Dios, ya no sé ni lo que digo. Y si al menos esto hubiera servido para sacarte un original, todavía podría perdonarte… en fin, te perdonaría a partir de la 6ª edición. Joder, joder. Me habían prevenido de que eras un peligro, pero jamás hubiera creído que lo eras de verdad, tan educado, tan etéreo, con esa voz… Claro, claro, pero es que no respetas nada, no tienes moral. Si ya lo dice el refrán castellano: Donde tengas la olla no metas la polla. Dios, como te pille te la cerceno con el hocino de vendimiador. 500 folios, quiero 500 folios que sean pan de oro, o eres hombre muerto. Y dile a esa perdida que asoma por detrás de tu hombro que queda desheredada.


Eduardo Fraile

No hay comentarios:

Publicar un comentario