sábado, 15 de octubre de 2016

No se le cocía el pan...

          Una de esas expresiones maravillosas que leemos en el Quijote, y que pertenecen al acervo popular, como los refranes, las sentencias, esa moneda fraccionaria del idioma, maravedís brillantes por el uso en un momento dado y que luego quizá pierden vigencia, y vigor, y lustre, y dejamos un día de saber qué querían decir con ella nuestros antepasados… una de esas elocuentes frases hechas de la lengua es ésta: no cocérsele el pan a alguien. ¿Pero qué significa?
           ─No se le cocía el pan a Don Quijote, esperando noticias de su amada Dulcinea… Evidentemente, entendemos lo que se quiere transmitir: impaciencia, deseo de que se consuma ese lapso de tiempo que nos separa de algo que anhelamos. El que espera desespera, estar en ascuas, vivo sin vivir en mí, etc., etc.
              Y su vigencia plena habrá llegado posiblemente hasta la mitad larga del siglo XX, y en nuestros pueblos, lugares y aldeas quizá más, mientras durase el horno de leña del panadero, si no lo había también en alguna de las casas particulares. No cocérsele el pan a uno, no acabársenos de cocer el pan… Todavía recuerdo a los últimos panaderos de Castrodeza, el señor Bienvenido y la señora Emiliana. Íbamos los niños a por el pan, y muchas veces nos sentábamos en el escaño a que acabara de cocerse la masa… Nuestra madre nos contaba cómo, de pequeña, ella traía la masa hecha de casa en un carretillo de madera, cubierta con un paño blanco. Panes para toda la semana, o lo que durasen, 20 o 25 panes que ella esperaba a que se terminaran de cocer y luego llevaba crujientes, coruscantes, calentitos, cuesta abajo, hasta la calle del Río.
            La gran nasa de mimbre de la despensa de la abuela Evarista, donde nos escondimos tantas veces (cabíamos de pie), conservaba esa tanda de pan candeal lo que fuera necesario, mejor dicho, lo que fuere menester.


Eduardo Fraile

No hay comentarios:

Publicar un comentario