sábado, 12 de noviembre de 2016

Bar Paly

         Escribo su nombre al fin, tras haber visto mucho una serie americana de agentes de inteligencia. Después de Le Carré (después de Smiley) todo parece cosa de los satélites y la tecnología, pero de pronto aparece Ana (Anastasia) Kolchec en una trama digna de Tolstoi o Dostoievski. Qué hermosa es. Qué manera de llenar la pantalla con su profunda belleza. Trágica, se diría. Le va bien ese papel de hija de un espía ruso (Arcadi Kolchec/ Vyto Ruggins), parecidísimo, por cierto, a nuestro inefable Paesa. Los episodios donde ella sale ─4 o 5, no más─ son magníficos. Y no sólo por ella, pero ella es la clave de todo, con cualquier otra actriz el edificio ─el artificio─ se vendría abajo con estrépito.
            Podría buscar qué películas ha hecho, perseguirla por las olas procelosas de Internet. Pero yo me parezco quizá más a su padre ─en la ficción─: no uso aparatos. De hecho, he esperado con paciencia a verla en alguna de las reposiciones del NCIS Los Ángeles, que es donde me la encontré por vez primera. Doy gracias al Dios que hace a los ángeles con alas por haberla creado, por haberla hecho real. Y por eso he conseguido extraer su nombre de los veloces títulos de crédito, Guest Stars. Lo cierto es que le pega más su nombre en la ficción… es lo que tiene ser ─además de todo lo que vengo diciendo─ una excelente actriz. Pero ojalá en la vida real sepa administrar su belleza con sabiduría. No parece que pudiera haber nadie capaz de merecerla, con la posible excepción de mí mismo…


Eduardo Fraile

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