sábado, 19 de noviembre de 2016

El Nobel

           Lo mejor del Nobel no es el premio en sí, que nos permitiría arreglar el tejado de la casa de Castrodeza cuando ya no haga falta… Porque será nuestro primer millón bien ganado (aunque tendremos que dejar la mitad en Hacienda), tras toda una vida de escasez, incomprensión y privaciones… Lo mejor del Nobel tiene que ser la cara que se les va a quedar a tus enemigos, esos que han hecho todo lo posible por que no salieras adelante, por que no tuvieras otros premios menores que ellos administraban como pequeños sátrapas (pequeños del tamaño de su mediocridad), o por que no salieras en los periódicos de su indigna dirección… Porque lo mejor del Nobel es que abrirás los Telediarios y las primeras páginas de esos mismos periódicos con otro motivo distinto al de la muerte propiamente dicha, que es lo que les suele pasar a casi todos los grandes escritores…
            Lo mejor del Nobel no es el viaje a Estocolmo (si es que para entonces te lo permite la salud) con tu séquito de acompañantes (la Academia sueca te reserva una planta entera del hotel Rey Gustavo), aunque mira a quién vas a invitar, procura que sea un coro de ángeles jovencísimas que te lleven en volandas…
            Lo mejor del Nobel no es la justicia poética, ni la justicia divina (la justicia sólo es de Dios), ni que un rey de otro país te imponga una medalla que mereces, que has merecido siempre, pero que en ese instante no merecerás. Lo mejor es volver a ese café donde has escrito y has soñado y has conocido el amor, y dejar caer esa medalla como un dólar de plata sobre el mármol de la mesa…
           Porque lo mejor del Nobel no es el Nobel en sí, sino la hermosa periodista que te esperará en el aeropuerto de Barajas el día del regreso…
            Porque el Nobel no es nada, lo verdaderamente importante es que el domingo siguiente haces el saque de honor en el estadio del Madrid.


Eduardo Fraile

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