sábado, 20 de mayo de 2017

Las chicas

Las chicas ya nos empezaban a gustar,
pero las huíamos con mayor ahínco que antes
cuando no nos gustaban. Porque ahora tenían el poder
de dejarnos sin habla, rojos como un tomate, sin respiración.
Fingíamos desdén, nos hacíamos los duros
─temblando por dentro como flanes el Chino Mandarín─
y encima ya los juegos no nos satisfacían.
Empezábamos a querer estar solos (con un libro quizá,
junto al río, por si ellas pasaban
por allí). No encontrábamos sosiego sino dando pedales
en las bicis hasta la extenuación, y nuestro cuerpo comenzaba
a decirnos cosas que no entendíamos del todo,
insubordinándose, desobedeciéndonos,
haciendo de las suyas, fuera de control.
Soñábamos con ellas
despiertos. Por la noche rezábamos a Dios
para que nos aniquilara.

Eduardo Fraile

No hay comentarios:

Publicar un comentario